No creo en profetas que venden una vida más allá de la que vives, ni en tipos encumbrados que dicen poseer todos los secretos posibles. No me gustaría entrometerme en los azares del destino, ni jugar a ser dios, ni tener razón en algo de lo que digo. No quiero, joder, no quiero haberlo dejado escrito. Porque si uno tiene un poco de memoria, más de cinco sentidos y abre un libro de Historia sabe lo que está en camino. El fin. El desenfreno, la sangre. El delirio. El éxtasis, la muerte. El delirio. El principio. Será rápido y no dará tiempo a creerlo. Será extremadamente violento y necesitaremos otras tres generaciones para digerirlo. Volverán banderas, manchadas, a los balcones y lo alto de los maderos. Su negro barro será el de la tumba removida por alguno de nuestros cuerpos. Volverá la calle a tener miedo, el pobre a meditar en silencio, trabajar a deshoras, llorar a algún muerto. Volverá la aceituna a caerse por su propio peso. El trigo al silo, la mujer al huerto ajeno, el hambre a los estómagos de quienes se vencieron. Volverán porque nunca se fueron, porque les dejamos una alfombra roja en el suelo. Volverán y no tendrán piedad de nuevo. Volverán y no estaremos. Harán otra vez lo que hicieron porque no aprendimos. Y no sé si recordarás, cuando canas tengas en el pelo, dónde descansará mi cuerpo cansado. Dónde sepultaron los besos que no te di y los que llevaba en mi pecho guardados.
Gregorio S. Díaz "Volverán"
