¿Dónde te encuentras musa de mi dolor? ¿Perdida entre las
arrugas del tiempo o entre mis más recónditos sueños? ¿Dónde podré yo verte y
abrazarte sin que te me escapes? ¿Cuándo podré seducirte y conquistarte? ¿Dónde
te encuentras, querida?
Quizá eres una preciosa mujer, pintada y decorada, temiendo
el poder de un superior, sin poder articular bien la palabra, asombrada con el
fuego, desconcertada ante la nueva consciencia que se abre para ti, atrapada en
un mundo de idas y venidas, de fieras feroces y de cuevas oscuras. Tal vez
vivas la majestuosidad humana en forma de pirámide, con brazaletes de oro
adornada y con la piel rasgada, por el suave lino blanco y de la pura agua
templada.
Puede que vayas más allá y vistas con túnica, laurel y
espada, luchando escondida entre los hombres por ver tu idea realizada,
defendiendo la incipiente democracia por Platón, tu amigo, adoptada. ¿Te
encontraré rodeada de lujos, frutas y manjares? Puede que seas una plebeya disfrutando
de las peleas de los gladiadores, escribiendo su destino con tu pulgar,
gritando al Emperador que en Roma no hay piedad.
Puede que luches contra ese obispo corrupto y aprovechado que
encerrada te tiene, tumbando, como
sultana, a visigodos con la mira puesta en Carlo Magno. Puede que te encuentres
guerreando en Tierra Santa, siendo una cruzada, luchando por tu religión y
matando infieles con tu pesada espada. ¿Te encontraré entre el Románico y el
Gótico? O huyendo de la peste en una Europa plagada. Buscando una nueva vida
entre las nuevas colonias, engañando a Colón y defendiendo al indio. ¿Estarás
entre los nuevos inventos de Leonardo y el Renacimiento? En la Italia cincuecenta
de Miguel Ángel y Florencia. Quizá deambules por la España de Velázquez y los
Austria.
Sé que al absolutismo no temes y, a tu rey, obedeces, pero
sé también que, como no, lucharás en la Revolución Francesa, por lo que
mereces. Y seguro estarás con las primeras víctimas de la Revolución
Industrial, apoyando a Marx y la primera y la segunda Internacional.
Eres ajena, seguro, a los rumores de guerra pero gritas: ¡Revolución!
Y al zar te enfrentas. Aguerrida, hermosa y bailarina entre los felices años
veinte de Norteamérica. ¿Y qué importa una crisis financiera si te puedo tener
en la cama a la luz de una vela en los años treinta? A Europa llegan tiranos
que piden más guerra y que sea más desoladora, y tú seguro voluntaria y
enfermera, siendo de la guerra otra dictadora. Vivirás el infierno entre las
nieves de Stalingrado, con tu fusil en la mano, cantando libertad y ocupando
Berlín, en abrazo fundida con el ejército Rojo.
Puede que me esperes en la casa de madera, en el jardín o en
el porsche, con Kennedy en la memoria y La Luna en la retina, mientras lloras y
te tocas el pelo, por los jóvenes que en Vietnam se dejaron el pellejo.
LA URRS agoniza y los Balcanes de nuevo estallan, la
tecnología avanza y tú como si nada. Tal vez te encuentre en esa época, al
capitalismo atada, esperando en cualquier centro comercial una simple mirada.
Es mirada que nos hará recordar todo lo que en la Historia vivimos y de las
vidas de las que ya no quedan nada. Solo queda forjar otra más, sin poner
límites ni al futuro ni a las nuevas hazañas.
G. S. Díaz "Musa de la Historia"