Vive en los subterráneos de un bosque caracterizado por la humedad. Bajo la
roca se siente seguro, en infinita paz.
No hay nadie que pueda romper esa tregua que existe entre él y la
naturaleza: ella le ayuda a sobrevivir y le oculta y él hace todo porque ella
siga existiendo. No hay más. Allí es donde recuerda que una vez tuvo contacto
con otros de su especie, esos que ahora le consideran salvaje. Recuerda que una vez, una mujer, le tocó. Y siente
escalofríos. No quiere más contacto. No quiere más dolor. No comprende por qué
otros no siguen su camino. Su destino. Se entroncan en complicaciones que los
llevan a dejar de brillar. Dejan de leer, viajar, comer, o estudiar, para una
nueva vida comenzar. De peleas de gallos, de gritos y de poca lealtad. De dejar
de brillar y prestar ese brillo a una nueva generación. Esa que hará lo mismo
que sus padres. No tiene sentido, y a él llega entonces confusión. Será que el
instinto se le quemó en el incendio que todavía arde en su interior.
Gregorio S. Díaz "Salvaje"