Perdido. Casi ahogado. Náufrago.
Diminuto. Invisible. Muerto para el mundo, en esta isla. Desolado, llorando a gritos
todo un verano. Puede que desde otoño quisiera restar aquí lo que me queda de
vida y tiempo. Porque salida no hay o no encuentro. Pensaba que este era mi
momento. Que la isla que piso sería mi fuerte impulso. La vida que siempre pedí
y nunca tuve. La señal del destino, tras tantos tumbos por bares y coches malditos.
Por la que me reconocerían, y recordarían, en todo el mundo. Por la que tendría
una palmada en el pecho y folios en blanco, sin límite de espacio, para contar hazañas. Pero yo no he descubierto esta isla. No es mía, ni llevará mi
apellido. Alguien se bebió todo el ron que se guardaba al sur, en la
cueva de las rocas. Alguien ya pisó, descalzo, toda esta húmeda y clara arena. Alguien
dibujó, ya, su nombre con tinta negra en costado derecho de esta isla. No
mancha, ni se va. Solo tiene un relieve al deslizar los dedos por encima. Alguien
estuvo aquí, ya, y plantó su bandera. Dejó su huella. No es una isla desierta.
Alguien encontró el tesoro que guardaba, se lo llevó lejos y consigo, y tiene
todo ese reluciente oro en su nuevo escondrijo. No es una isla desierta. Hay
ruinas, destruidas. Intentos de construir un edificio. Cuatro troncos mal
puestos, al que tendré que llamar hogar mientras aquí me quede. Beber agua potable,
solo cuando llueve. Cavar ya mi tumba, para cuando la muerte llegue. Vivir en
la isla que no es mía, pero que permite que me desarrolle.
Gregorio S. Díaz "Isla"
Todos hemos estado en esa isla alguna vez..sentir que nos hemos perdido cuando en realidad nos estamos encontrando. ¡Maravilloso! He leído solo tres relatos y ya estoy enganchada a tus palabras.
ResponderEliminar