No era mi sitio. No era donde debía
estar. Era solo que…no me pertenecía. Ni aquel cielo, ni las estrellas, cuando
se puso negro, ni nuestras sombras y tampoco las risas. No me pertenecía nada,
y nada era mío. Solo era del tiempo, tan relativo. Caprichoso. El que ha hecho
perderme en mundos que ya solo están en la memoria. En los libros. En la Historia.
El tiempo. El puto tiempo. Tan drástico: lento y a la vez rápido. Maldito, no
da pausa ni tregua. No te deja entrever lo que te espera, y para cuando abres y
cierras los ojos, que ni te enteras, te tiene con arrugas, recordando
batallitas. Las que luchaste tú solo, y caído y perdido, te rendiste. Las que
te ayudaron a ganar. Quienes estaban a tu lado y ya se fueron, las dejaste o
las echaron. Las que se quedaron, habiendo arrastrado los monstruos del pasado.
El de los besos de cuellos morados. El de detrás de la barra, poniendo copas.
El que su mayor ataque era engaño en forma de palabras. El mayor, con cinco más
de tus años. Todos esos que, convertidos en uno, me están venciendo a mí.
Gregorio S. Díaz "El puto tiempo"