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12 de septiembre de 2012

Ya queda menos.

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Ya llega. Se nota. El aire se vuelve gélido, la brisa más brusca. El Sol cambia de color, sonríe menos. Señales de que acaba el verano, señales que alumbran el fin de una etapa, como si de una puesta del astro rey se tratase, señales que vaticinan un nuevo comienzo.

Porque cuando la primavera estalla en todos su esplendor una fantasía nos recorre el alma, nos sentimos más fuertes, nos queremos más. El buen tiempo hace que nos creamos alguien que no somos, el verano nos trastorna y nos eleva a una situación efímera, como una droga. Es en este tiempo cuando vemos como los amores verdaderos rompen, vemos como otras personas se juntan tan sólo por el calor y la diversión de estos días. Vemos como los jóvenes pisotean sus principios y hasta su dignidad, en cada fin de semana de sus vacaciones.

Por eso me gusta que acabe, que llegue este tiempo. Donde el efecto de esta droga pasa, cuando los jóvenes se ven como realmente son, cuando nos proponemos algo verdadero y no algo rápido y fugaz como un corto amor de verano, un amor de vacaciones. Porque muchos amores de este tipo se dan en este período, pero pocos llegan a ser verdaderos, pocos superan el verano.

Y es por esta razón por la que prefiero el frío, la lluvia, un buen libro y una biblioteca, un bar donde tomar café, el autobús urbano. Es ahí donde está la realidad a la que yo quiero acceder, es ahí donde está todo lo verdadero y lo que merece la pena. Porque son los amores que se dan en otoño los que realmente sirven para algo, para mejorar, para avanzar. Ahora sólo hay que esperar a que llegue...

G. S. Díaz "Ya queda menos"

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