Desalmados ojos azulados que me conquistaron con el yugo de la espada de mi corazón vasallo del amor verdadero. Infinitas curvas de su cuerpo que imagino recorrer y cuyos recuerdos, aún no vividos, se me deshacen en la mía pero también en su piel. Sonrisa macabra para mi cabeza que daba vueltas y vueltas. Su voz, su acento, que me indicaba que había sido siempre un tonto, un ciego. Siempre había delimitado mis posibilidades, les había colocado un filtro a ellas, por eso buscaba y no encontraba. Sólo tenía que abrir mis miras, ampliar los espacios, solo tenía que entender que mi mujer perfecta no habla mi idioma, ni tiene la mismas costumbres que yo, y es eso lo que la hace especial y perfecta para este loco.
G.S. Díaz "Ella no habla mi idioma"