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8 de diciembre de 2013

Muerte en la noche

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Escuchaba una voz, que susurraba, en mitad de la noche. Gritaba su nombre. Él creía estar soñando. Una pesadilla. Se despertó como en una película, dando un gran salto hacia delante. Se llevó las manos a la cabeza, ¿Qué era eso que tanto miedo le provocaba? Escuchó ahora el silencio de la noche, sintió en su piel la oscuridad que le rodeaba. Apenas eran las cuatro de la mañana. Tenía mucho que dormir. Pero el miedo lo acongojaba, le paralizaba las articulaciones. Le dolía el corazón también. ¿Qué estaría haciendo ella en aquel momento? ¿Dormir en profundidad? ¿Regalando su cuerpo a un desalmado? Fue al baño y se lavó la cara con agua fría. No quería tener miedo. Tampoco quería recordarla más, hacía ya tiempo que pasó. Caminó hasta la cocina, para beber un poco de agua. Iba a tientas, sin encender ni una luz. Qué estúpido, ¿No? Alguien lo aguardaba en la oscuridad. Alguien que no tenía buenas intenciones. Le clavó un cuchillo al joven en el cuello cuando éste abrió la nevera y se fue. El chico se desangraba. Cayó al suelo. Sabía que se moría. Que luchaba por respirar en un intento inútil. Entonces, solo pensó en ella. En que ya no la vería nunca más, aunque fuera de casualidad. Que ya no podría tener la oportunidad de hacerla reír, de pedirle perdón. De perdonarla. De amarla. De tocar otra vez el cielo de su cuerpo. De volver a oler el perfume del diablo. Nada. Ya todo se venía abajo. Nada podría lograr. Ni uno solo de sus planes. Ni sus ansiados sueños podría ver cumplidos. Nada. No le preocupaba morir, o saber quién había sido el causante de ésta, solo hubiera querido hacer las cosas mejor. Pero era tarde. Murió. Pero nadie sabe que murió pensando en ella.

G. S. Díaz "Muerte en la noche"

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