Te espero. Sin desesperar. Sin intentar buscarte. Viendo
pasar el lento otoño y sus hojas marchitas desde el cristal de mi habitación, empapado
de gotas de agua que forman autovías infinitas, hacia vete a saber tú donde. Te
espero. Con una sonrisa bien amplia. Sabiendo que vas a llegar. Sin otras almas
a las que tocar superficialmente. Sin otros caminos que no tienen más que un
muro de piedra al dar unos cuantos pasos. Es cierto, aun no te conozco, o quizá
sí, pero ¿Qué importa eso? Te espero. Dándome una tregua al bulevar que me ha
llevado por todos los puertos en los que se puede parar de la Montaña Rusa.
Blandiendo la espada sin una aventura clara o especial y peligrosa. Solo soy un
soldado que va la guerra sin tener nada y que espera salir de ella con todo. Desembarcar
en las costas de tu Normandía. Formar juntos nuestro propio nido de
ametralladora, que dispare besos y suenen a poesía. Te espero. Entre el dulce
sabor de mi locura. Con mi imaginación volando por ahí, al lado tuya. Te
espero, y creo que nunca dejaré de hacerlo.
G. S. Díaz "Te espero"