Ya lo entendí. Es como algo innato. De lo que no me puedo separar por muchos libros que lea o por muchos sitios extraños que mi mente visite. Es algo inherente a mí, a la construcción de mi 'yo' personal. Y no hay nada que hacer contra eso, salvo odiar esa parte. Sí. Perdí mis oportunidades. Las de sonreír y besar sin que te cuestionen, sin que te pongan en duda. Sin importar mi otro yo, que aunque está muerto y enterrado, sale a flote siempre. Siendo todo eso ciego para quien me ama y quiere. Pero ya no. Ya no están. Se esfumaron con un chasquido. Las buenas oportunidades. Esas que les daba igual quién o qué fuera. Así que toca vagar en un mundo de apariencias, donde la mía no es muy bien bienvenida. Pero qué importa, al final, como en el principio, estoy yo. Y solo yo. Y no hace falta nadie más.
Gregorio S. Díaz "Apariencias"