A la misma hora, en el mismo sitio.
En distinto tiempo.
Ante un altar borroso,
envenenado de colores,
y unas columnas negras,
agrietadas, a punto de quebrarse.
El mismo libro, las mismas letras.
¡Puede que hasta la misma pluma!
El mismo maldito juramento,
quizá las mismas mentiras.
Los mismos anillos,
otras lágrimas, murmullos y pensamientos.
Un mismo beso, diferentes labios.
Lo que no se vio, he visto,
y juro que hubiera matado por verlo,
aunque hubiera muerto.
Gregorio S. Díaz "Lo mismo"