En los tiempos que corren, donde
el dinero le desborda de las manos al rico y por el agujero del bolsillo se le
cae al pobre, donde las conjuras palaciegas son enormes y las conspiraciones
han dejado de ser solamente ficciones, no hagamos leña del árbol caído. No
hagamos enemigos a nuestros amigos. Que
ya bastante tenemos con las invasiones exteriores, de bárbaros podridos
de capital y monedero, que amenazan con quitarnos cualquier atisbo de esperanza
y cualquier otro reto. Así que basta de revueltas internas en este reino de
poca monta, que con facilidad se desmonta. Las sólidas raíces que una vez
fueron no se pueden desmoronar, sino convertirse en cicatrices. Que el amor
pasó, con el tiempo y la vida, pero hay que hacer un esfuerzo por el joven príncipe,
para que pueda llegar a reinar este reino de pacotilla. Que al menos tenga un
futuro y no el de esclavo o campesino en otra tierra menos productiva. No
importa que el rey y la reina ya no se amen, pero sí que las brujas codiciosas
intenten derramar su sangre. Que la corona no se tira, ni se rompe, ni se
cuelga. Se coge, se suelda y se arregla.
Gregorio S. Díaz "La corona se arregla"