No me pidas que te explique,
cuando ni yo mismo sé explicarme. No me pidas que te hable, cuando no sé si
quiero que me hablen. No me pidas, tampoco, imposibles, que no los puedo
conseguir. No me pidas que no atienda a las condiciones sociales que no me
importan, aunque en un nuestro mundo rural aún se considere herejía y tengo que
mantener, ante la inquisición, una posición limpia. No me pidas uno de esos
besos, que salieron de una cárcel donde sufrían por la traición de un
sentimiento anterior. O, sí, eso sí. Pídemelo. Pueden salvarme del abismo sobre
el que me precipito descaradamente. Pídemelo, aunque no te lo de. O dámelo tú y
salda tus cuentas con estos labios fríos y equidistantes. Pero, por favor, no
me pidas que te quiera, porque ya no sé cómo se quiere. Ni de verdad, ni de
mentira. Crezcamos y veamos qué nos depara la vida.
Gregorio S. Díaz "No me pidas"