Suspiro cuando al anochecer te metes entre mis sábanas y me acaricias,
lentamente. Me vuelvo loco para despertar, caliente, de la pesadilla en que me
encuentro sumido. Te doy las gracias, sonríes y te vuelves a tu lado. Suspiro
en cada paso que tengo que dar por una ciudad que parece no recordar que una
vez fue mía, que está triste, gris y fría, porque te imagino caminando conmigo
y volviéndote, para verme, cada vez que tonterías digo. Suspiro al tocar tu
pelo porque no lo hago a la vez que lo intento. Luego, en el sofá, te encuentro
más tranquila de lo normal, entre pantallas, notas musicales y letras de
canciones que no paro de tararear. Y vuelvo a suspirar, porque no lo puedo
evitar, no le temo al castigo de tenerte que confesar que te quiero como no
quise a nadie más, querida Soledad.
Gregorio S. Díaz "Suspiro"