Dice mi media Luna que tengo complejo de príncipe de cuento, que no soy el
primero ni el último que se lo cree, cuando pertenezco a un pequeño grupo
marginado del reino, dentro de una sociedad bien estamentada, llena de hombres
poderosos de corbatas, influenciada por mudas y a veces baratas mujeres. Que
por qué no soy como todos, dice, y no regento los burdeles. El casino. La
cantina. Que por qué no tomo vino, y no dejo en manos de la suerte mi
traicionero destino. Que no me empeñe en los amores ciegos de una infanta, que con la seda
promete, te besa y aprieta, como si le fueran cualidades innatas y no
aprehendidas con lujosos tutores. Dice que no dude en que un día llegarán
ellos, cortando por lo sano, colocando las cosas en su sitio. No aprobarán un
matrimonio entre desiguales, que no me entero, que estoy maldito. Según cuenta,
es la maldición de Shakespeare, como si mi historia estuviera escrita con su pluma y tinta, llena de besos en versos y sobre todo de
tragedias. Que no olvide quién soy, y de dónde vengo, que a ella renuncie y
entienda, lo que me pertenece y merezco. Que no cimente mis sueños en
probabilidades. Todo eso me dijo mi media Luna, antes de apagarse.
Gregorio S. Díaz "La maldición de Shakespeare"