Perdóname. Hacía ya unos días que no te llamaba, que no me visitabas. No
pienses mal, no es porque yo no quisiera. Tuve que resolver asuntos pendientes,
uno del presente, que quería agarrar toda mi libertad y que ni me daba lo
suficiente. Otro del pasado, que la confusión lleva a mezclar y a recordar
mundos antiguos, creyendo de verdad que todo ha cambiado, cuando solo lo ha
hecho la interpretación de lo sucedido. Es como la historiografía, ¿recuerdas?
Revisionismo. No se lo dije. No lo entendería. Una vez, antes de ti, estaba
ella, tú conseguiste cambiar mi fantasma adolescente por el de la primera madurez,
seguramente. Pero bueno, ¿y tú qué? ¿A quién has asustado durante todas estas
noches? ¿Le hiciste el truco de la mano helada en la espalda? ¿Qué cara puso
cuando la luz se apagaba sola? A veces me pregunto por qué no hablas, y
recuerdo que solo eres un fantasma. Sería divertido ser como tú. Etérea. Inerte.
Aunque entonces ya no sería yo. Solo eres una sombra. Lo que yo quiero que
seas. Lo poco que de ti me queda. Polvo de cenizas. No te rías. Tienes mi
corazón encadenado, sí, pero no te quiere. Tienes miedo. Solo así puedes evitar
que se lo entregue a otras mujeres. Ya me resigné, te lo dije. A no encontrarte
a ti. A nadie. A no encontrarme a mí. A ver vacías todas las calles.
Gregorio S. Díaz "Sombra fantasmal"