Al mirar alrededor, al girar sobre mí mismo, entendí que me había quedado
solo. Que me había perdido, que me había roto y que de volver a la ruta no
había ningún modo. Dicen que improvisando se vive mejor, pero no saber lo que
te viene no es la mejor elección. Búhos de noche ululando al extinto dios, ojos
brillantes que acechan en bosques salvajes y morados. Ríos plagados de muerte y
sangre. De peces y aves. Ropa mojada, mochila llena de piedras, una por cada
error que cometí y tropecé con ellas. Había tenido la manía de ir soltando una
cada mil pasos, por si alguien encontraba un patrón y me encontraba antes del
ocaso. Pero vi tantos de estos como mañanas. Sé que alguien me seguía y no era
precisamente alguien con quien poder salir de allí, una guía. Así que vacié la
mochila. Otra vez, ya no podrá seguirme. Otra vez, yo ya solo tropezaré con las
nuevas piedras que me encuentre.
Gregorio S. Díaz "Rastro de piedras"