Me lo dejé todo en ti. Hasta mi sombra, cuando te
fuiste, te siguió y se despidió de mí.
Me lo dejé todo en tu cama. Todo. Hasta mis sábanas, que me demandaban
más olor a ti, las noches de cubalibres y de lluvia en abril. En tu habitación
dejé todas mis sonrisas. Te las llevaste en la maleta, junto con todos los
besos de este simple poeta. Aún hoy, no sale ni una. Ni a las que me miran de
reojo y a escondidas. Te llevaste toda la ilusión con la que ampliaste los
ventrículos de mi corazón. Esa que ya no me existe ni para las noticias que
hablan de Revolución. Te llevaste la luz que me guiaba. Se apagó la llama a la
que mi vida entera dediqué para que no se apagara. Si no me lo dejé todo yo, te
lo llevaste tú. Te llevaste a mí. Dejaste a un doble. Me mataste. Aquel que
fui, no volverá. Tú, no volverás. Tampoco quiero. Pero, por favor, devuélvelo
todo. Envíamelo por correo. Que no tengo más horizonte que el hastío. Deja de
divertirte jugando con mi cuerpo etéreo, que el físico lo desea para
completarse. Ciérrame la cicatriz, ya que yo no puedo hacerlo. Que, aunque ya estás olvidada, tienes a mi yo completo. Y yo me necesito para seguir sufriendo.
Gregorio S. Díaz "Me lo dejé todo en ti."