Las copas saben mejor según dónde y cuándo te las
tomes. Debes saber que siempre preferí
salón y tu compañía, aunque ninguna vez sucediera. Me tuve que acostumbrar a
suelos llenos de bolsas y a barras pegajosas. Esta copa, hoy, me sabe a gloria.
A oscuras. Totalmente a oscuras, cerca de mi gran amada soledad. Así es cuando
me puedo poner a pensar. Me puedo poner a recordar a todas las mujeres que
bebieron de mi boca y que hoy expulso, a través de mi copa. Mi habitación no es
un bar, pero como si lo fuera. No tiene
camarera, pero el folio en blanco escucha todas mis penas. Que son muchas y de
varias formas. La música no se baila. Suena en mis oídos y solo me relaja. El
hielo emborracha. Esta copa va por ti. Por todo lo que ahora pierdo. Por lo que
se deshace en mi cabeza y planea extinguirse. Por lo que no tendré más. Va por
ti, esta copa. Por lo que fue y por aquello que no logro recordar. Por las
noches que entré a tu cuerpo a matar. Las veces que dejaste que me muriera
extasiado entre tus piernas. Por las travesuras en unas escaleras y las de
todas las esquinas. Por aquella vez que rompiste a gritos la encimera de la
cocina. Hoy mi copa me sabe a ti. A tu sudor. Incluso al de otras que me
beneficié y con las que pensé, sin querer, en ti. Tú no lo sabes, pero una vez
pronuncié tu nombre cuando lo hacía con ella, con mi Estatua de la Libertad. Ella
no tenía ninguna candela encendida, apenas ni una llama. Buscaba libertad,
cuando se fue. Normal, era una capitalista empedernida. Yo quería igualdad. Normal,
no soy un capitalista podrido. La copa, que ya se acaba, me sigue sabiendo a
ti. A tu último suspiro. A mi último sorbo. Las de mañana, quizá, sepan a otra.
Y las del siguiente, también. Hoy, de momento, saben a ti. Hoy, dejadme, que a
oscuras y con ella, ya no recuerdo quién fui.
Gregorio S. Díaz "Mi copa"