Querida, has de saber, he de decirte, tantas cosas
que un día callé o simplemente ignoraba, que sé que nunca las podrás escuchar
recitadas de mi boca. Querida, confieso, es en estos días cuando te echo más de
menos. Cuando ni el hielo llena, ni otras ellas envenenan. Cuando el sonido de
una risa que fue, es más confortante, que conversaciones banales: qué tal, cómo
te va, ¿te acuerdas...?, ya sabes, esas cosas poco importantes. Querida, echo de
menos las sensaciones pícaras que hacían saltar todas las alarmas de mis
tentaciones. La mano que agarraba en las frías noches, y lentas, de madrugada,
a la luz de las velas. De flores y pólvora quemada. Ay querida, si supieras que
ya encontré la fuerza de la que pensaba que carecía y que tú decías que tenía escondida.
Que solo había que buscarla. Querida, has de saber, también, que si no hubiera
descarrilado, no hubiera aquello valorado, y por tanto, echado de menos. Que
sigo perdido porque quiero perderme contigo, a sabiendas del peligro. Querida,
ahora lo entiendo, ya no me perteneces. De hecho nunca debí querer que lo
fueras, qué egoísta mi punto de vista y mis maneras. Querida, que rápido
pasa el tiempo, y ahora que lo recuerdo, qué lento. Casi eterno. Querida, qué
lejos quedan las noches de jolgorio y purpurina, las noches de amor silenciadas
por cortinas. Las experiencias compartidas. Querida, que lástima que ya no seas
mi querida. Que los vientos alisios nos envalentonaran a escoger nuevos
destinos que explorar y nuevas islas que hallar. Querida, ahora mismo, desearía
el Fin del Mundo, para redimir al Tiempo, que fuésemos los únicos humanos sobre
la faz del celeste cuerpo. Querida, no tengo ni ganas de escribirte, pero deseo
que tú me escribas, aunque no puedas porque te tengo un cortafuegos, para que
él, y no yo, te evite. Así no hay ninguna forma, tampoco encontrarías otra manera. Mejor así, querida, porque sé
que ya no eres la misma. No sé qué queda en ti de aquella niña. Aunque eso se
lo dejo a otros, que surcan tus marismas. Es verdad que te busco, y no
te encuentro, entre todo lo etéreo. En libros que leo. Que te quiero y no te
quiero, en realidad, como siempre he hecho. Querida, te pido perdón. A ti, pero
a mí más que a ti. Me pido perdón. Por
no creer en un mundo en el que estuviéramos los dos. Siempre nos quedará esa
sensación. La del casi. Por poco. La del sí, pero no. Pero querida, soy
historiador. Se me da mejor analizar lo que ya pasó. Querida, sé de sobra, que
no sé tomar buenas decisiones cuando me puede la presión. Ay querida, que ya no
te siento. Ay querida, que ya no me lees. Ay querida, que ya no. Querida, yo ya no puedo hacer más. No puedo
más con mi yo.
Gregorio S. Díaz "Querida"