Supongo que sí, que quise poner barreras al mar. Un imposible. Sucumbí al
agua y a su fuerza, a su sal y a su espesura. Supongo que he querido desatar
los nudos con los que te dejé tirada en aquella isla llena de desastres.
Habitada por caníbales y por dragones de fuegos y dientes feroces. No sé cómo,
pero de todo ello te zafaste. Te convertiste en la guerrera de crines dorados que no vi y que
siempre fuiste. A la civilización regresaste, sin rencor ni odio a la hora de
reencontrarme. Supongo que ya lo sabes, pero volví a aquella isla, en la que la
parte más ruin de mi ser te abandonó. Allí lloré y lloré, entre las cuerdas que
te até y en la arena. Bebí ron robado a los piratas hasta acabar inconsciente,
buscando morir entre las olas inertes de una mar serena. Solo quise
desquitarme. Recuperarte. Intentar remendar errores fatales que, ahora sé, son
irreversibles. Como si fuera tan fácil coser unas heridas que largo tiempo
atrás cicatrizaron. Como si fuera tan
fácil olvidar el tiempo y el mal, pasado. Supongo que nunca tuve la suficiente
credibilidad y posibilidad de hacerlo para quedarme a tu lado. No existe la
máquina que te transporte en el tiempo. No hay manera de hacerlo. Para tener la
oportunidad de enseñarte el puerto que de verdad tengo, y no estas ruinas
llenas de miedo.
Gregorio S. Díaz "Supongo"