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31 de julio de 2016

Supongo.

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Supongo que sí, que quise poner barreras al mar. Un imposible. Sucumbí al agua y a su fuerza, a su sal y a su espesura. Supongo que he querido desatar los nudos con los que te dejé tirada en aquella isla llena de desastres. Habitada por caníbales y por dragones de fuegos y dientes feroces. No sé cómo, pero de todo ello te zafaste. Te convertiste en la guerrera de crines dorados que no vi y que siempre fuiste. A la civilización regresaste, sin rencor ni odio a la hora de reencontrarme. Supongo que ya lo sabes, pero volví a aquella isla, en la que la parte más ruin de mi ser te abandonó. Allí lloré y lloré, entre las cuerdas que te até y en la arena. Bebí ron robado a los piratas hasta acabar inconsciente, buscando morir entre las olas inertes de una mar serena. Solo quise desquitarme. Recuperarte. Intentar remendar errores fatales que, ahora sé, son irreversibles. Como si fuera tan fácil coser unas heridas que largo tiempo atrás cicatrizaron.  Como si fuera tan fácil olvidar el tiempo y el mal, pasado. Supongo que nunca tuve la suficiente credibilidad y posibilidad de hacerlo para quedarme a tu lado. No existe la máquina que te transporte en el tiempo. No hay manera de hacerlo. Para tener la oportunidad de enseñarte el puerto que de verdad tengo, y no estas ruinas llenas de miedo.

Gregorio S. Díaz "Supongo" 

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