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29 de agosto de 2016

Tiempo.

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Es inevitable. Reencontrarnos. No hoy. Algún día. Cuando sea tarde. Como si nunca hubiéramos cerrado esa herida, como si el tiempo no evitara la ruptura del hilo invisible con la que él mismo la suturaba. Porque ya no nos separa la distancia. No son los kilómetros los que nos mantienen alejados. Esos ya se pueden recorrer en segundos. Ahora nos separa el tiempo. Estamos a años luz de los años que un día fueron nuestros. Avanzamos y en el movimiento nos perdemos. Cambiamos. Qué difícil es entender que ya morimos. Que no somos ni el reflejo de los mismos. Que si me acuerdo, es solo por el deseo con el que te deseaba. El deseo con el que me deseabas. Por el desenfreno y, por qué no, la rutina diaria. La de coger la mano y caminar hasta cansarnos. Me acogeré a eso, al tiempo. Para que te aleje más y más en el limbo de nuestros momentos. Aunque éste, también, es traicionero.  A veces te trae recuerdos que no fueron. Se inventa momentos. Otras veces, te devuelve instantes distorsionados. Haciéndome creer en ti, de nuevo. Haciéndome pensar en todo lo bueno.

Gregorio S. Díaz "Tiempo" 

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