Es inevitable. Reencontrarnos. No hoy. Algún día. Cuando sea tarde. Como si
nunca hubiéramos cerrado esa herida, como si el tiempo no evitara la ruptura
del hilo invisible con la que él mismo la suturaba. Porque ya no nos separa la
distancia. No son los kilómetros los que nos mantienen alejados. Esos ya se
pueden recorrer en segundos. Ahora nos separa el tiempo. Estamos a años luz de
los años que un día fueron nuestros. Avanzamos y en el movimiento nos perdemos.
Cambiamos. Qué difícil es entender que ya morimos. Que no somos ni el reflejo
de los mismos. Que si me acuerdo, es solo por el deseo con el que te deseaba. El
deseo con el que me deseabas. Por el desenfreno y, por qué no, la rutina
diaria. La de coger la mano y caminar hasta cansarnos. Me acogeré a eso, al
tiempo. Para que te aleje más y más en el limbo de nuestros momentos. Aunque
éste, también, es traicionero. A veces
te trae recuerdos que no fueron. Se inventa momentos. Otras veces, te devuelve
instantes distorsionados. Haciéndome creer en ti, de nuevo. Haciéndome pensar
en todo lo bueno.
Gregorio S. Díaz "Tiempo"