Mirando al frente, sin ver lo que
sucede alrededor. Con el punto de mira siempre en el camino, pensando cada paso
que doy, si es el correcto o es el mejor. Así me pierdo la vida. Pierdo mi
vida. No me fijo en esos árboles que de nieve ya se han cubierto varias veces,
que han florecido otras tantas y que se han ido quedando sin hojas, por
aquellos otoños melancólicos, que tanto se me parecen. No doy oportunidad a que
me cuaje. Huyo. El tiempo que no tengo no quiero que me lo arrebaten. Tengo
millones de proyectos por acabar, y por idear, y no los quiero deshilvanar
porque son lo que me permitirán avanzar. Eso sí, a veces es necesario un tiempo
de relax. De dar una patada al reloj y tener un hombro en el que llorar. Con el
que sudar. No veo nada. Estoy distraído. Absorto. No consigo entender viejas
palabras ni comprender nuevas miradas. Estoy como siempre, un poco tonto. He
roto con aquel mundo. El de colores y cero preocupaciones. Se ha dislocado mi
olfato. Ya no soy un asesino. Se ha desactivado, por completo, mi séptimo
sentido.
Gregorio S. Díaz "Séptimo sentido"