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22 de octubre de 2017

Ni ángel ni demonio.

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Ahora, que la va a volver a ver para regalarle unas letras que ella, quizá, nunca vaya a leer. Ahora, que puede ser cuando lo haga por última vez, solo desea justificarse y desquitarse de todos los errores que cometió, y que ella sufrió, en el ayer. Porque entiende que los vasos de cristal, cuando se rompen, no se pueden volver arreglar. Porque sueña con ponerle tiritas y beber de él hasta emborrachar. Porque no sabe si dejar a la duda la oportunidad o dejarlo pasar. Que el tiempo se le agota, las lágrimas le brotan noches oscuras de sábanas no santas y sábados sin pena ni gloria y domingos en los que ya no llama ni resaca. La órbita elíptica por la que ella transitaba hace tiempo que no se acerca a él. Ni tan si quiera con el pensamiento. Pero hay veces en las que es inevitable no recurrir al pasado y los sentimientos, a la exaltación de las noches de sudor, piel, carne y huesos que chocan, torpes e intensos. Cuando las manos se daban al calor de chaquetas y el azúcar corría por cada poro de sus bocas. Hay historias que no acaban, que ni si quiera empiezan. Que no se olvidan y solo requieren tiempo. El momento perfecto. No es necesario ni preguntar, así que no es necesario ni arriesgar. Sácate del medio los miedos, que ella al beso con un beso responderá. Sin embargo, hay otras en las que piensa que el dolor, los años y el paso de los días de invierno han hecho demasiada mella en ambos. Como si no fueran aquellos niños que se saludaban con sonrisas, deseo e incertidumbre por los pasillos que hoy mismo siguen recorriendo quienes tienen su sangre. Que otros ojos han sido y, son, el fruto del actual líquido vidrioso.  Que están lejos y dispersos. Que no se puede volver a ser lo una vez se fue, teniendo en cuenta que el perdón solo está para perdonar, no para olvidar. Que no se puede recuperar lo que dejaste atrás por macharte hacia dónde quién sabe qué demonios del más allá te señaló. Y tienes que saber que es verdad, que fuiste el culpable y ya no hay remedios para tus miedos, que te comerán entero. Pedazos el corazón volverás a sentirlo si hay alguna opción. Ella se querrá vengar, si es que quiere verte, porque no lo hará. No te engañes, estás perdiendo tu tiempo. Deja de soñar. Si tú quieres su beso, adelante, será un beso traicionero. Volverás al lodo y los caminos de barro. Al pozo. Ahora, que quiere el asunto zanjar, no sabe a cuál de sus hombros mirar. A quién hacerle caso, por quién dejarse aconsejar. Agacha la mirada y entiende: nada se resolverá. Todo seguirá igual. Ninguno de los dos se va a explicar. Todo quedará en agua de borrajas. Y ni sí ni no. Ni beso, ni no quiero. Ni te tengo, ni no sé qué hacer o tengo miedo. Incluso tengo el corazón bien arropado. Y que pase el tiempo. Y vuelta a las risas y al qué hubiera pasado de haber sido certero. Ahora, nada va a acabar. Ni ángel ni demonio van a acertar.

Gregorio S. Díaz "Ni ángel ni demonio" 

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