Estás aquí. Aún siento tu cuerpo
desnudo pegado al mío. Esa sensación que, tan solo al pensarlo, me produce
escalofríos. Pero no, no estás aquí. Conforme te fuiste yendo, llegó una
glaciación que lo inundó todo de frío. Todo de invierno. Ya no lucen las rosas
rojas y muere cualquier atisbo de belleza en la naturaleza. Se congelan hasta
los ríos. Pero no se hielan mis venas, que siguen a un corazón que late, cada vez
más despacio. Ese que entregué, candente. El que ya no quema. El eco de la
nieve y la bendita lluvia, limpian un alma que se sabe negra. Los truenos traen
tormentosos recuerdos, las lágrimas nostalgia, impotencia y miedos. Los
pajarillos, que al amanecer límpido del cielo cantan, me traen melodías que
pensé olvidadas. Rezo al que controla este maldito juego, para que haga que
vuelvas aquí y le demos mil vueltas al mundo. Tantas como besos nos debemos. Le
suplico que devuelva el calor y la luz de sol a este paraje oscuro. Que deje de
teñir con tinieblas los años que transcurren y no vuelven. Te suplico a ti…¿Estás
aquí? Esa es tu voz o me estoy volviendo loco. Solo es mi oración, devuelta por
la montaña. De nada valen mis súplicas, porque no puedes oírlas. Te perdí y
perdí el norte, el rumbo del camino. Porque yo estaba seguro de que eras mi
destino…
"Oración" Gregorio S. Díaz