No esperes que esto sea como esa
película. Porque no lo va a ser. No esperes que me monte, en movimiento, en el
tío vivo en el que disfrutas con otra boca de ese dulce rosa de azúcar. No
esperes que insistas e insista, porque eso ya pasó y fue como el verano mágico dilatado
en el tiempo que eternamente quieres repetir, y no. No esperes que te espere,
más allá del kilómetro sesenta y seis de la carretera. Porque no te voy a
llorar, en una casa de madera. No voy a querer por querer, ni beber por beber,
cada día de mi vida, por si acaso algún día vengas. No esperes que esto acabe como
esa acababa. Porque yo no te voy a leer lo que escribo, porque tú, aunque sana,
no leerás, lo harás a destiempo, o se te olvidarán todas y cada una de mis
palabras. No esperes a que todo eso pase. No esperes al último momento, como si
el riesgo, fuera a hacernos más valiente. Como si fueras a tirar tu tocado
blanco y salir por patas hasta mi viejo rancho. No esperes a que todo eso pase,
porque será tarde. Ya no quedará nada de mí, del que una vez fui. No quedarán
ni las memorias, que se pierden ahora entre otras borrosas memorias. No esperes
venir con el tiempo justo y crear un mundo nuevo. No esperes a abrir los ojos,
a quitarte la venda. No lo hagas, porque, aunque siempre estaré, no seré yo a
quien vuelvas. Tan solo será una sombra. No esperes porque esto no es una
película. Ni una novela. Y si esperas nunca se harán realidad los sueños que se
plasman en una vieja libreta…
Gregorio S. Díaz "No esperes"