Deja de tirar piedrecillas a mi
ventana, que a final voy a tener que echarte el lazo, y que subas por él hasta
el Reino que he construido en mi cuarto. Está todo lleno de libros, pero faltan
besos en palacio. Deja de tirar piedrecillas a mi ventana, que al final te veo ahí
abajo. No escucho su ruido, porque tengo a todas horas los cascos, solo cuando
anochece y me da por mirar al horizonte, veo en el cristal las manchas que dejan
tus intentos. Deja de hacerlo. Deja de hacerlo porque ya me he acostumbrado a
esta vida. Fría, solitaria, sombría. La de tener una supuesta carrera
meteórica, y una capacidad de conexión nula. Deja de hacerlo porque al final
reviento y me reinvento. Te cuento, te pinto, te escribo y te pienso. Te cojo y
ya no te dejo. Deja de tirar piedrecillas a mi ventana, porque me veo cantándote
a la luz de la Luna bajo la tuya. Y eso ya está anticuado, es perverso y
estrafalario. Yo soy más de recitarte relatos anónimos. Deja de llamarme,
porque ahora que me he encontrado, tengo que dejar de culparme por lo que nunca
dije y todas las decisiones erróneas que he tomado. Por todos los corazones que
he roto y machacado. Que fui yo mismo quién no quiso y resquebrajó cada antiguo
hilo. Por mucho que ahora piense en lo tonto que siempre he sido. Que todo eso
en lo que soy me ha convertido. Deja de tirarme esas piedrecillas a la ventana,
porque puede que me vaya, que no vuelva, y que los dos nos quedemos con las
ganas. Que nos rompa el roce de la distancia. Deja de hacerlo porque nada que
ofrecerte tengo. Solo tragedias en forma de historietas y versos. Solo tengo
miedo. Solo eso. Tírame piedrecillas a mi ventana, a ver si me doy cuenta de
que todavía tengo alguna oportunidad. Tíramelas, aunque sea para mantener viva
la llama de una ilusión que nunca se va. Que esas piedrecillas, aunque no existan,
devuelven unas esperanzas ya perdidas.
Gregorio S. Díaz "Piedrecillas"