Tácita noche. Plácida velada,
llenas de nuevos rumores y de viejos sueños. Viento helado, típico del frío de
una capital que solo lo es porque alguien decidió que lo fuera. Semana de
trabajo, sí, pero sobre todo de derroche. Camuflaje, primero, para entrar a
sitios rocambolescos, que tienen en esta España, aún, un maldito hueco. Puño en
alto, segundo, entrando a un sitio que permaneció tanto tiempo en el exilio.
Semana de dar nuestra vida entera a la causa. De tirarla por cualquier ventana
de esos altos edificios. De querer vivirla y, exprimirla, como una naranja.
Semana de revolotear por las esquinas, llenas de miradas desconocidas, de manos
unidas, de personas, de historias y de vida. Cansados de letras y borrachos de cerveza.
Tiritando, andando en círculos. A un lado papeles, y todo lo que tenga que ver
con el proyecto. Hay que vivir el momento. Saber que estás lejos, que no vuelve
el tiempo que se marcha lento. Embobado mirando la madera. Desde arriba un “¿me bajas la cremallera?” Un dedo
bajando por tu desnuda espalda. Un vestido que cae, al suelo, como del árbol
una manzana. Un dedo subiendo por tu desnuda espalda. Un beso que se pierde en
la Historia…
Gregorio S. Díaz "¿Me bajas la cremallera?"