Cuando tenga el valor para ser
quién soy, pero esté todo hecho. Gritar al único viento, y no a los cuatro, lo
que tengo aquí dentro y no sale ni con mil copas de veneno. Solo sé que tengo
la jodida manía de escribirte. Sin saber por qué y sin querer hacerlo. Si lo
pienso, es solo escribir y pensarte, o viceversa. No sé si te escribo porque te
pienso o te pienso porque te escribo. Tampoco logro entender por qué la
melancolía y la nostalgia me corren por los oxidados núcleos centrales del
sistema nervioso, preguntándome al ritmo de tres mililitros de sangre al
segundo, si está bien que sea todo como es: yo aquí, de aquí para allá. Conmigo.
Tú… Si hasta Madrid tiene tu nombre. Díselo a los Bordadores. A los folletos nacionales
en los años de guerra, asedio y racionamiento. No lo comprendo de verdad, si todo
es azul ahora. Amarillo, rojo y morado. Verde intenso. Nada de grises o negro. Tiene
que ser porque sigo perdiendo, a puñados, la juventud. Contigo fue entera mía.
Ahora se me va por cada esquina. Me deja atrapado, a veces, en profundas agonías
que ni yo mismo explicar o describir sabría. Será porque el tiempo no ha podido
igualar una meta demasiado alta, todas esas expectativas que no han logrado
superar a la realidad más real y fehaciente. Será porque mi metamorfosis ha ido
transformando, alejando, al chico que era. Ahora procuro dar las gracias,
siempre y en todo momento, hasta por la más mínima nimiedad. Hablo de usted a
cualquiera que no conozca más allá de las tres semanas. Intento vocalizar y neutralizar
un acento demasiado bruto, hacerme el interesante en no sé cuántos contextos…
Gregorio S. Díaz "Años de guerra y racionamiento"