Veintidós. Otra vez. Otro más. Y
ya van tantos, que parece que fue ayer cuando abría los ojos por primera vez,
mientras en los Balcanes estallaban en guerra. El tiempo con todo arrasa, como
dice Hasel, y deja barba y arrugas en mi cara, y acaba con mitos tan enormes como
la gran Yugoslavia. Veinticinco y tengo los sueños perdidos, a pesar de que,
aunque duela, tengo que reconocer que sigo soñando contigo. La ilusión, el cariño
y la magia ahora me la dibujan dos bichillos de siete años, que me tienen en las
nubes. Esa que siempre ha estado ahí. Aquella que viene y va, por venir. Y otra
que acaba de llegar y estará pensando en ir. La que no acaba de llegar y no lo
hará, ni por ella ni por mí. Veintidós y veinticinco. Y aún tengo heridas que no
se han cerrado. Cicatrices que, en relieve, me recuerdan los pasos que no debo
dar. Las promesas que nunca cumplí. Soplan tiempos de cambios. Años de nuevos
rumbos. De dejar de esperar en el Muelle de San Blas. De nuevas rutas explorar.
Nuevos libros que leer. Nuevos recuerdos que recordar. Dejar lo pasado, pasado,
atrás. Para ti y para mí. Para los dos. Para todos. Los veinticinco para quien
los quiera. Yo me quedo con lo que me dejan. Con lo que me traen y con lo que
me llevan. Con todo lo que tengo, y he conseguido, hasta llegar aquí. Que no es
poco, pero tampoco mucho. Hay tanto por hacer, por leer, por escribir. Hay tanto,
más allá, que voy a parar. Queda tiempo de sobra para vivir lo no vivido y vivir
lo que vendrá. Hay tiempo por delante. Por detrás, borrado todo queda.
Gregorio S. Díaz "Veintidós y veinticinco"