
La forma en que te toco y
acaricio, deberías saber, es una forma heredada. Tímida. Temprana. Que no
engaña. La he tenido durante años escondida y ha salido a flote cuando se ha
puesto frente a tu piel. Dejando en ti mis huellas. La he vuelto a poner en práctica. Que hayamos
compartido pupitre, eso solo lo hace más noble. Más limpio, seguro y estable.
Ya me callé las ganas mientras aprendíamos historia norteamericana. Cuando yo
solo quería recomponer un corazón roto y tu tenías el tuyo completo. Desde
entonces, ya lo supe. Por eso, no se trata de cuándo nos conocimos, sino de cuándo
nos encontramos. Quizá sea el momento perfecto. Yo ya tengo el oxígeno que
anteriormente me faltaba. No podía respirar bien. También me he perdonado a mí
mismo por todos los fallos, por todo el tiempo que me he tenido alejado del
ruido. En la oscuridad, sumido. He tenido que rehacerme, con cada uno de mis
pedacitos. Ha tenido que llegar el selecto olvido. Sacar de la mochila todo el
peso. Dejarlo todo en la estantería, como trofeo. No olvidar lo aprendido.
Mirar atrás, sonriendo, y entenderlo. Hoy no sería quien soy sin aquello. Voy a
probar cosas nuevas, no solo esa comida tailandesa. A dejarme llevar. A
saborear los nervios antes de darte un beso. Que se me traba la lengua, a tu
lado. Toda la vida en una tarde de verano. La forma en que te acaricio y toco,
deberías saber, es la única forma de hacer esto que yo quiero.
Gregorio S. Díaz "La forma en que te toco"