Están disecadas las hojas del pasado
otoño. Expuestas yacen en el laboratorio de mis letras, esas mismas que moldeo,
transformo y dejo cerradas a veces, otras muchas abiertas. El paso del tiempo
las ha endurecido, las ha ido coloreando en tonos más graves y sólidos. Más oscuros. Pero,
sobre todo, les ha dejado eternos caminos. Que vienen y van, que van y vienen.
Que puedes, si te atreves, recorrer con los dedos, llegando hasta la suave arruga
del alma de la propia naturaleza. Si las miras detenidamente, con el sonido al
fondo de la lluvia en la ventana y el piano al lado, puedes ver cosas que estaban
ocultas al mundo antaño. Se iluminan con los rayos y aparecen imágenes inéditas
de algún momento, atrás en el tiempo. Si no apartas los ojos, a los instantes,
puedes quedarte hasta ciego. Hace sudar, pasarlo mal, tener miedo. Hace dudar.
Qué soy yo y qué es lo que poseo. Es real o solo un cuento. Mentira, incertidumbre
o deseo. El primero o el último. He estado, o no, atento. Presto a ver cualquier
movimiento. Me quito la venda o finjo no saberlo. Hago de mis tripas corazón o remiendo
mi velo.
Gregorio S. Díaz "Hojas disecadas."