Mírate, viejo amigo mío. Tienes el sentido perdido, la rabia, en un puño contenida. Nada de la otrora rebeldía, la pasión por las calles, el amor por la vida. Nada de sueños, ni de profecías autocumplidas. Dime cuántas ilusiones te has dejado en el camino. Cuántas ideas increíbles te has dejado en el tintero, has pospuesto. Con cuántos libros te has dado por vencido, sin leerlos. Cuéntame, viejo amigo, en qué malgastas tu tiempo. Por qué procrastinando pasas el día entero. Qué es lo queda de ti, en tu nuevo cuerpo. Con menos brío y más grasiento. Tus ojos se han hundido, te llegan al pecho. Los mundos de fantasías que imaginabas se han disuelto. Has permitido que te pasen los años y aquel dolor de antaño has ido recordando y, poco a poco, olvidando. Avivando la nostalgia, posponiendo un certero encuentro. A ella has renunciado y sus hechizos te han resbalado. También parece que a Revolución le has dado de lado. Te indigna el autoritarismo que acecha, pero cada vez menos izquierda, otra vez aparece la nostalgia de pretéritas repúblicas democráticas. Mírate, viejo amigo, no sé por qué me preguntas. Si todavía tienes la espina de la que tenía en los besos tragaperras. Si todavía tienes el estigma encima de no haber podido retener, de echar, al pelo rizado, a los ojos verde bosque escandinavo, que ardían con solo rozar tus dedos. Que te enseñó lo que es la lujuria, el deseo. Que desparramó su entusiasmo en apenas dos metros cuadrados. Quien pintaba de color el futuro. Pero, viejo amigo, mírate. Tal vez ella salió ganando, porque te has convertido en los despojos del miedo. De uno, precisamente, al que no debes temer. Soledad es buena consejera. ¿Qué va a ser de ti, viejo amigo? Sin aventuras, sin destino, sin lunas. Con lunes cada semana, todos los días más de lo mismo. Con carretera, sonrisa falsa y una raída camisa. Loco te volverás si pretendes encerrarte en esa torre, peor que el Quijote. Viejo amigo, mírate, no eres ya nada. Si acaso, recuerdos, que ya se borran, porque pertenecen a vidas pasadas. Puede que polvo, no como el de Bécquer, solo polvo que por polvo ha de ser envuelto. Viejo amigo, no preguntes más, aunque quede vida que desperdiciar, estamos muertos. Ya puede merecer la pena el último beso de Jeannette para ir al infierno.
Gregorio S. Díaz "Viejo amigo mío"