Con la tecnología de Blogger.

9 de marzo de 2013

Miradas cruzadas en la acera.

0 comments

Él andaba de aquí para allá. Con el teléfono móvil pegado a su oreja derecha. Impaciente. El ruido de los coches le molestaba en su llamada que no encontraba receptor. Iba a desistir pronto y, mientras daba comienzo a la enésima llamada, caminaba hacia la parada del autobús urbano.

Ella caminaba hacia abajo, con la pesada mochila a sus espaldas, resguardándose las manos del frío en los bolsillos de su chaqueta, pensado en lo mucho que tendría que estudiar si quería aprobar aquel importante examen.

Él se quedó mirado sus grandes ojos miel y ella no pudo evitar mover su cabeza y mantener, tan solo por un segundo, aquella intensa miradas que le hizo sentir vulnerable ante él.

Para los dos el tiempo se paralizó en aquel momento que apenas duró un instante. Luego el frío viento invernal, los coches y la ciudad los devolvieron a su realidad: él continuaba hacia la parada de la que le distaban unos escasos metros y ella continuaba con su camino.

Él ladeó la cabeza para ver el perfecto y armonioso mover de piernas de aquella chica y se preguntó si aquel momento que había vivido volvería a repetirlo alguna vez y si volvería a ver a aquella chica. ¿Era mejor arriesgarse? ¿O permanecer en la ignorancia guardando aquella mirada mágica?

Entonces corrió hacia ella, que caminaba dejando atrás todo aquello, preguntándose si lo conocía o si, tal vez, lo llegaría a conocer algún día.

     Perdona—Dijo él jadeante cuando llegó a su altura, rozando con la yema de sus dedos la espalda de la joven.

La chica se volvió, dejando que su pelo largo hiciera el movimiento circular, llegándole a la cara para luego ponerse de nuevo en su sitio. Esbozó una ligera sonrisa y dibujó en su cara un gesto de incertidumbre.

     ¿Me puedes decir tu nombre? —Insistía él.

Ella dudó unos instantes.

     ¿Nos conocemos? Quiero decir, ¿Me conoces? ¿Por qué quieres saberlo?

     No me puedo montar a ese autobús sin ponerle nombre a tu cara. No quisiera morir con esa duda.

Ella rio y miró a su alrededor, a izquierda y a derecha, a la vez que apartaba su pelo pasando sus dedos por la oreja.
     Bueno, si es cuestión de vida o muerte…

     Espera. No. No me lo digas. Tomemos un café primero.

     ¿Por qué? — Parecía desconcertada pero se reía.

     Así tengo una buena excusa para no dejarte ir, no al menos hasta conocer el secreto que guardas, el de tu nombre.

     Puede que seas como todos, aunque no cuestiono tu originalidad. Me da la impresión de que quedan pocos tipos como tú.

     Eso no lo dudes. —Le guiñó un ojo

     En serio, me encantaría tomar ese café, tal vez otro día. He…he quedado con mi novio y tengo un poco de prisa…

     Entonces no te vayas sin decirme tu nombre. Tampoco sin apuntarme tu número de teléfono.

     De verdad, te admiro—rio— ¿Te puedo preguntar por qué insistes?

     Veo tu sonrisa y sé que es provocada por estas mis palabras. No sé por qué, pero me da que hace tiempo que no sonreías así, de esta manera. ¿Ves? Por lo tanto, no importa la espera, sé que tendré una oportunidad.

     ¿No crees que estás demasiado seguro? — Le dijo, bromeando.

     Soy joven. Eres joven. Tendrás toda una vida para comprobarlo.

     Creo que estás un poco loco.

     Si no lo estuviera no estaría aquí, no hubiera hecho esto, así que incluso tendrás que dar gracias a mi locura.

     ¿Y cuál es tu nombre?

     Primero tu teléfono. Es un trato justo. Cuando me concedas un poquito de tu tiempo podrás conocer más sobre mí.

     Está bien. Veo que eres un poco cabezota. Yo tampoco te lo pondré fácil.

     ¿Y qué piensas hacer?

Ella sacó un bolígrafo del estuche que se encontraba en su mochila. Se acercó al chico y le escribió sus iniciales y su teléfono en la frente. Terminó y se esfumó corriendo.

Él se quedó con una mano en el aire y un grito ahogado en silencio, suplicando que se quedara unos minutos más, que aquel olor tan característico que ahora lo envolvía pronto se iría por completo y quería tener más tiempo para grabarlo en su memoria.

G. S. Díaz "Miradas cruzadas en la acera"

No hay comentarios:

Publicar un comentario