He descubierto que sigo enamorado de la primera que me
enamoró. De aquella por la que moría y por la que intenté un amor infantil e
inmaduro, que no llegó muy lejos. Nada
lejos. Sé, certeramente, que ella fue mi primer amor. El verdadero. Ella me
enseñó a quererla en mis sueños, a amarla e imaginar una vida juntos, mientras
vivía. Sentía, cerca de su lado, cómo mi sangre ardía y mis nervios se
dilataban, con cada palabra que salía de su paladar mi corazón tan solo podía volar,
tan solo podía fantasear con ella.
Ahora entiendo que fue la primera y la más verdadera, aunque
nunca me quiso. Fue empezar en el amor, sentir por primera vez algo único y
mágico, que hoy, he vuelto a recordar y que puede avivarse cuando menos lo
espere, cuando no tenga una razón ni un rumbo que seguir, como ahora. Esa
chispa nunca se apagó. Solo dejó de arder con esa fuerza y pasó a un segundo,
tercer o cuarto plano. Y es ahí donde hoy debe estar, como siempre, y si alguna
vez, siente lo que yo un día sentí, que vuelva con más ilusión que nunca esa llama,
que tarde mil años en apagarse, cuando solo de nosotros queden cenizas. Y así
esas cenizas podrán contar una historia tan fantástica y tan verdadera que
nuestros hijos la recuerden por siempre, contándola de generación en generación.
G. S. Díaz "Pasado verdadero"