Cuando
el mundo aprieta, y las dudas, antes dormidas, ahora despiertas, aparecen, no
hay más que disiparlas, sean malas, genuinas o haya que, un rato más,
esperarlas. Y es entonces cuando se paraliza lo que puede o no suceder, se
desmorona o se construyen cimientos. Curiosa manera de avanzar, que te puede
hacer retroceder. Cuando el castillo se derrumba, y las dudas que surgen quedan
disipadas, solo puedes tocar una realidad. Que no será la que has imaginado
fantasiosamente que será. Eso son tan solo imágenes, proyectos de luz, que se
pierden en la mente y van a parar al subconsciente. Esa realidad es la que fue,
y que por tanto no es más, pero que fue de verdad. Por eso, cuando el castillo
se me derrumba, toco melancólico cada poro de tu invisible piel, que yacía aquí
en algún lugar del remoto pasado, que conozco tan bien como la mía. Y lo haré.
Y lo seguiré haciendo. Al menos hasta que un robusto castillo evite
desmoronarse por esas dudas infinitas.
Gregorio S. Díaz "Cuando el castillo se derrumba"