Y todo
explotará en mil pedazos. El fuego quemará la piel. La suciedad impedirá ver el
cielo azul, que se tornará gris. El llanto llegará, como nunca antes se había
notado. Los besos quedarán desparramados por el suelo. Sin apenas llegar a ser
recuerdos. La rabia se convertirá en calma. Que ya he aprendido a canalizarla y
a vagar con ella. Aunque no tiene sentido arrastrar algo que te realentizan en
tu camino y que da pistas al enemigo. No hay nada que hacer para impedirlo. Es
el inevitable discurrir de lo que tiene que ser. Y uno lo tiene que aceptar. No
hay más. Que desterrar los espíritus es ardua tarea aun creyendo en un ser
superior. Ya no de mí. Ya no conmigo. Que el hilo aún es débil y se desgasta
con facilidad con ayuda del asfalto kilométrico. Y entonces, se abren los ojos.
No es un sueño, no. Es una premonición.
Gregorio S. Díaz "Premonición"