Vagabundo que por el mundo vaga.
Por una calle estrecha, a las tantas de la madrugada. Oscuridad y botella en
mano, camina pisando todos los charcos. Porque quiere, porque es así. Porque la
lluvia es gratis, moja y le hace experimentar otras sensaciones. El alcohol le
sirve para hacerse ilusiones. No él, pero sí con él. Esas son más verdaderas
que las que te puedan soltar alguna que otra fulana en la esquina de algún bar.
Va dando tumbos, sin fijar su rumbo. Lo mismo pernocta en una acera que en el
hotel de gambas exquisitas. Tiene por bandera un reloj que de su color se
deshizo y que guarda en un bolsillo, un abrigo que le hace pasar frío las
noches a la intemperie y una sonrisa que utiliza las ocasiones en las que en la
cama de alguna dama se puede colar. A la mañana siguiente lo echan a patadas. Y
entonces vuelve a empezar. Normal que no deje el alcohol, ni saque esa sonrisa
siempre. Normal que no mire la hora, si el reloj se paró en la melancolía de
horas pasadas y un tiempo anterior. Normal que prefiera el fío húmedo de una
noche al raso, que miles de fuegos que no le queman la piel. Normal…
Gregorio S. Díaz "Vagabundo"