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19 de febrero de 2015

Yo nunca.

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Yo nunca. Yo nunca creí en la mala suerte, sin embargo siempre creí en algo inexistente. Me torturaba a mí mismo de manera que un ser superior pudiera castigarme por mis hechos no bondadosos, menuda sorpresa me llevé cuando me rebelé  y me saqué los pensamientos de un dios tormentoso. Yo nunca supe lo que vivía, hasta que lo viví. Me la jugaba a cada instante al no y al sí. A querer vivir y morir. Jugar a quererla. Yo nunca quise que todo avanzara como lo hace. Recuerdo que quería que el tiempo se detuviera alguna noche, arropado hasta la cabeza y con mi cuerpo lleno de derroche. Yo nunca pretendí no quererla, pero no contaba con otras interferencias. Hoy, aún, no existe el perdón, aunque tampoco el rencor. La cosa es que yo nunca tuve a alguien como yo, que me dijera: para, por favor. Entiende lo que importa y lo que no. Que los te quieros sinceros son tan efímeros como yo. O puede que yo siempre lo tuviera y no tuviera los ojos bien abiertos para que ellos lo vieran.

Gregorio S. Díaz "Yo nunca"

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