Yo nunca. Yo nunca creí en la mala suerte, sin embargo siempre creí en algo
inexistente. Me torturaba a mí mismo de manera que un ser superior pudiera
castigarme por mis hechos no bondadosos, menuda sorpresa me llevé cuando me
rebelé y me saqué los pensamientos de un
dios tormentoso. Yo nunca supe lo que vivía, hasta que lo viví. Me la jugaba a
cada instante al no y al sí. A querer vivir y morir. Jugar a quererla. Yo nunca
quise que todo avanzara como lo hace. Recuerdo que quería que el tiempo se
detuviera alguna noche, arropado hasta la cabeza y con mi cuerpo lleno de
derroche. Yo nunca pretendí no quererla, pero no contaba con otras
interferencias. Hoy, aún, no existe el perdón, aunque tampoco el rencor. La
cosa es que yo nunca tuve a alguien como yo, que me dijera: para, por favor.
Entiende lo que importa y lo que no. Que los te quieros sinceros son tan
efímeros como yo. O puede que yo siempre lo tuviera y no tuviera los ojos bien
abiertos para que ellos lo vieran.
Gregorio S. Díaz "Yo nunca"