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29 de abril de 2015

Dichosa.

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Parado ahí, estaba. Delante de tu imagen, dichosa. Alzada en hombros por un pueblo que, como yo, te ve hermosa. Creí verte llorar. Brillar. Mirarme a mí. Derramar una lágrima como mi puño. Creí llorar yo. Al menos los ojos estaban vidriosos mientras me agarraba al trabuco. Qué más quisiera compartir con los demás la dicha del ritual. Yo solo te guardo, como amiga y cultura. Es cierto, a veces me escondo. Otras me callo y no te reclamo. Te niego. Mas nunca te pierdo el respeto. Si lloras porque te dejaré, deja de hacerlo, mis manos van a soportar el humo negro y el metal caliente muchos años más. Que te voy a soportar, corriendo, hasta llegar al final. Si lloras porque estoy perdido, entonces me uno, que ya lo sé. Si lo haces porque no tengo fe, échale la culpa a la lógica intelectual. Si lo haces porque quieres que me vaya, entonces házmelo saber. Y si lloras por mí, hazlo. Que tu alma es mucho más grande que tu figura. Que te protegeré, de rojo y amarillo, hasta encontrar el remedio que me regales para mi cura.

Gregorio S. Díaz "Dichosa." 

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