Tú, de las tierras yermas y fértiles el más caballero. El más honrado de
toda una mentira de sociedad, esa que aparenta ser y no es nada. Creador y, a
su vez, manipulador de aperos. Trabajador de la tierra sin descanso ni piedad.
Jornalero de paja, hacha y sol. Que te quiten el dinero en tributos para los
privilegiados no importa, que te quiten la honra de poder ganarte la vida con
el sudor de tu frente y entonces sí que sale tu impronta. Que, aunque injusta,
la ley debe permitir también el respiro a los que el sistema sustentan. Eso lo
sabe Dios y hasta el más tonto de los aristócratas, aunque no lo pongan en
práctica. Así que si te aprietan, si te matan, si te deshonran o si debes matar
para defenderte y defenderla, el monte es tu destino. Ese paraíso que te da
refugio y alimento. Y es entonces cuando tu nombre hace gala a tu honra. Cuando
tu camisa es puramente blanca y tus botas están limpias. Es cuando le das al
pueblo una sola esperanza. Atrapando en caminos a especuladores que juegan con
el precio de tu trabajo y de tu destajo. Ese sabor de la libertad, qué bien te
lo conoces. El devolverle al campesino lo que es suyo y quitarle al noble lo
que le viene por título. Qué importarán unas viejas letras en el papel. Ni
siendo de reyes que bajo muchos metros de tierra yacen. Para colmo te envían a
compañeros contra ti, que solo lo hacen por dinero, que prefieren obedecer y
toda palabra de consuelo y verdad omitir. ¡Ay! Qué caro es el precio de ser
libre y ayudar a los demás. Que no puedes coger a Lola María y darle el hogar
que siempre habías soñado dar. Solo puedes besarla, levantarle la falda y
volver mañana. Ella no logra entender que tú has dado tu vida a otro parecer,
que la quieres pero que también quieres el placer. Que más quisieras tú darle
lo que se merece. El contrato con la Sierra no termina con la muerte, el
cadalso o el indulto. La justicia social está por encima de cualquier tesoro.
Así que ajústate la faja y ponte el pañuelo, llena de pólvora el cañón de tu
trabuco y vuelve a enseñarnos lo que es un caballero. Recorre con tu caballo
aldeas, pueblos y montes cercanos. Quítale al rico y haz menos pobre al pobre.
Vuelve y deshazte de toda la panda de privilegiados. Vuelve, Bandolero.
Gregorio S. Díaz "Vuelve, Bandolero"