Dile al tiempo y a la distancia que me quieres y lárgate. Que ya no espero
que llegues. Que a ti renuncio y, lástima, que de ti reniegue. Pon tu mano
invisible entre mis labios, para que no pueda gritar. Perfuma con tu aroma este
segundo de vida. Márchate ya, antes de llegar. Te confieso fiel, que creía una
suerte esperarte sin desesperar, no perderme entre bocas de otras que no
quería. Ahora ya, da igual. Mi camino no se va a volver a cruzar. Amurallo a
cada paso que doy para ir lineal hasta el fin del futuro hoy. Qué pena, sí: no
saber cómo la lluvia te moja. Tendrás que acostumbrarte a vivir sin mí, aunque no sepas quién soy y no hayas convivido conmigo. Es una paradoja del destino, qué le vamos a hacer.
No te oiré cuando estés desesperada. Cuando llores, cansada. Rompo el lazo que nos une a la vez que nos separa y que no nos tiene piedad, para eso precisamente, para también
quedarme con soledad. Lástima, íbamos a ser una pieza. Yo tenía pensado quererte. Incluso cuando la
juventud y la belleza te dejaran para siempre.
Gregorio S. Díaz "Juventud y belleza."