Yo siempre fui más de Stalin que de Truman, tu más de Estados Unidos que de
la Unión Soviética. Ambos sabíamos nuestras notables diferencias, y que nunca
nos iban a salir perfectas nuestras cuentas matemáticas. Cuán felices fuimos
dando final a una guerra desastrosa, esa que nos había obligado a parapetarnos en
trincheras nevadas y arenosas. Recuerdo cómo deambulé por un Berlín destruido,
llegué a tu campamento militar y sin hablar y desde abajo te ofrecí un helado.
Me encogí de hombros. El sonrisómetro partimos. Fue el apogeo de dos, en un
mito. Luego vino un Telón de Acero entre los dos, construido a base de gritos,
lágrimas y peleas de mechero. Tampoco iba a dividirme a mí mismo entre dos
concepciones del mundo tan distintas. Invadiste mi península y tuvimos que
guerrearle al tiempo y al verano. Nunca llegó la paz. Hoy tampoco. Como en las
dos Coreas. Firmamos un armisticio que solo sirvió para que el capitalismo te
devorara y te desarrollara, a costa de dejar que tu cuerpo y mente
sobreexplotara, corrompiendo y cambiando lo que eras. Mientras tú te
desarrollabas, yo me estancaba. Mis ideas comunales radicalizaban. Aquella
guerra cruel de corazones obligó a amurallar cada baldosa de territorio que me
quedaba. No quería entablar relaciones con ninguna potencia que no fuera las
que ya conocía y mi mismo sistema defendían. Esas que se derrumbaron,
sucumbiendo a lo que tú un día. Y aquí estoy, con veinticuatro buques
submarinos, uno por cada vez que entré dentro de ti. Dos millones de soldados,
tantos como las veces que un día te soñé y pensé que no sería realidad. Casi
trescientos sesenta y cinco tanques, uno por cada día que no me ha permitido
obtener ningún avance. ¡Que se atrevan a atacarme! Ni tú podrás invadirme, ni
otra amenazarme. Que tengo escudos antimisiles. Nunca tocarán más allá de mi
superficie. Y si alguna desarma todas
mis defensas, que se prepare, tengo una bomba nuclear para que le acaricie.
Gregorio S. Díaz "Yo de Stalin, tú de Truman."