Cerrar el círculo que de forma natural no se cierra. Volver al punto de
salida, sin la carga de ayer y de una parte del camino de mi vida. No me
equivoqué, incluso hasta vaticiné lo que iba a suceder. Ay de mí, pobre
ingenuo, que teniendo nuestra historia escrita entre las manos, no la leí. No
tuve que escribirla yo, Mónica se ocupó de coger tu nombre y darle luz. Y de
avisarme de que el femenino de Manuel serías tú. Estábamos en el punto de
partida, me limité a expandirte una dedicatoria tan sincera que no entenderás
ni mi fea letra. Luego lo envolví para regalo. Hoy, que termino de leer, lo que
un día te regalé, solo espero que tú al leer, te acuerdes como yo, de nombres, de
excusas, de besos, de lágrimas, de lugares y de una historia que fue, aunque no
tuvo que ser. Porque Mónica: ‘ela’ fue mi ‘el’.
Gregorio S. Díaz. "Mónica, dos puntos"