Era solo por constatar en qué nos convertimos. En personas desconocidas,
unidas una vez, desunidas para siempre. Hace tiempo que no estás en mi mente, y
hoy sé, que lo que recuerdo es la parte
de mí que compartió contigo. Joven, traviesa, valiente. Llena de sueños y de
metas imposibles, matemáticamente. Simples chispas de la magia adolescente.
Esas que ya no saltan ni entre los que se conocen desde lejanos septiembres. No
solo es culpa nuestra, ha hecho mella el tiempo, el olvido y la distancia.
Ingredientes explosivos para unas gargantas que no dejan de gritar en mi habitación.
Míranos, ¿en qué nos hemos convertido? En viejos amigos que ya ni responden
ante la pasión. En adultos que siguen protocolos, y no emociones. En gente que
miente, que oculta y engaña. Que no desmiente, pero que mata. En monedas de
cambio en una sociedad mercantilizada. Tú para allá, yo para acá. Otras veces
en un monedero, descanso. De mano en mano, cobrando o pagando. Deudas que
saldamos y que no son nuestras. Objetos de cambio. En besos llenos de secretos,
falsos. En cuerpos mutilados que hacen añorar otros huesos. En vidas
entrelazadas, que ya no serán más cruzadas.
Gregorio S. Díaz "En qué nos convertimos"