Ya ni el frío visita diciembre. Ya ni el viento cala los huesos, ni
calientan los extintos besos. Ya la nieve no vive en las cumbres. Lo que daría
por secuestrarte un veinticinco de invierno, viajar atrás en el tiempo. Cuando
los copos formaban mantas y el gorro acompañaba a la bufanda. Cuando se
llevaban los jerséis de lana, la antesala de la campana. Cuando a tu joven y
brillante pelo, volumen dabas, sin trenzas, ni oscurecidos, ni nada. Cuando
tenías esa joven sonrisa extraña y dos ojos celestes plantados en la pálida
cara. Prometerte en un día de nieve, decir que no te vayas, si me amas. Sentir
lo que sea dentro del corazón, nunca nosotros, decir adiós. Ser dos bichos
raros sin explicación. Despertar y descubrir que solo era un sueño. No te
preocupes, a partir de ahora te guardo en la cámara. En mis imaginaciones
varias. En canciones lentas con tu acento grabadas. En las melodías francesas
de los años en los que tú empezabas a vivir y yo ni en el vientre de mi madre
estaba. Cuando la música era y no estaba degradada. Porque volver atrás, donde
no existía, puedo, con tus palabras locas y encadenadas.
Gregorio S. Díaz "Día de nieve"
Elsa Lunghini