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27 de diciembre de 2015

Dime.

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La celda de castigo solo tiene cuatro paredes y aun así se me hacen pequeñas. Una está al sur, en África. Al norte, Dinamarca. Al este el Atlántico al oeste, Vladivostok. Y sin embargo, me siento encerrado. No corre ni el aire. No pasa ni una persona que sea libre. No sé mirar más allá de la luna del cielo. Siempre me tropiezo con lo que tengo enfrente y no avanzo. Así que te pido que rompas los hierros que aún me aprietan. Que me hacen sangre. Que me escribas una carta para poder releer estas noches de invierno en las que hace mucho calor. En la que poder verte. Esperanza tener. En la que me cuentes como me conociste, cómo me encontraste. En la que él me tranquilice, como quisiera hacer yo a mi yo anterior. Dime, por favor, que no estoy agotando mi tiempo. Ni desaprovechando la juventud de mi cuerpo. Que de oasis en oasis no avanzo en el desierto. Dime que habrá mar, al que tirarme. Que tendrá tu olor, para así, sonriente, ahogarme. Dime que habrá una isla tras la marea. Que estarás tú, despeinada y fea. Que te irás y vendrá otra a la que escribirle cosas como ésta.

Gregorio S. Díaz "Dime"

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