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17 de febrero de 2016

Como la bolsa de Wall Street.

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De alguien leí que no nos rompe nadie. Que a mí no me destrozaste tú, ni me dejaste sin el necesario aire. No, qué va. Me quebré yo solito, como la bolsa de Wall Street cada dos por tres y en el veintinueve. Sin previo aviso. Mira que los corredores me lo advirtieron, vendiendo acciones por encima de su verdadero precio. A mí no se me olvida, que siendo cabezota y necio, pensaba en serio, que los dos, juntos, podíamos superar la caída. Que creí firmemente que era final del comienzo. No estuve atento a las señales del tiempo, de la distancia y del presentimiento. Aunque recuerdo como alimentaban al miedo mis locos sueños. Así que no, no fuiste tú la culpable de todos mis males. De hecho no eres nada. No lo eres. Si acaso, un recuerdo etéreo que a veces parece que no existió. Una llama que prendió tan rápido que no dejó ni cenizas. Con la perspectiva que me dan los años, si volvieras a la vieja ciudad que un día recorrimos con besos e Historia, solo te daría las gracias. Por enseñarme a conocerme a mí mismo, por parar el partido al que jugaba sin equilibrio. Porque quien se hundió fui yo y no tu empujón, que de ese y otros, ya me zafé, en menudas ocasiones. También te perdonaría. Al fin y al cabo, solo eras candela fría y yo un dulce veneno. Recuérdalo cuando me leas, y te veas, algún día de un futuro invierno.

Gregorio S. Díaz "Como la bolsa de Wall Street"

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