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23 de febrero de 2016

Mi testamento.

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A mí sí que me encontrarán y no llorarán las margaritas De hecho, no tendrán que buscar. Quiero una esquela limpia y sencilla, llena de amarillentas figuritas. Que los huesos se me pudran entre la tierra que al llover se humedece. Que mis restos queden y no se diluyan, que a mí sí que me encuentren. A él, recuerden, lo fusilaron pero lo convirtieron en inmortal, porque no está en ningún lugar en los que excavan hoy. A mí, no te olvides, no me importaría dar la vida por las ideas en las que creo, por lo que creo que soy. Y cuando llegue el día, solo entonces, te veré llorarme a grito puro y ahogado en silencio. Desgarrarte por dentro. Morirse una parte de ti, conmigo. Maldecir al destino y a las brujas del averno. Vender tu alma al diablo para buscarme por el infierno. No habrá más castigo que vivir hasta anciana sabiendo que hubo sepulcral silencio y que no hubo más palabras. Leerás y leerás, seré, sin quererlo, tu tormento. Pasarán los años hasta que te des cuenta de las letras pequeñas de mi testamento. No tendré nada, pero te daré todo lo que tengo. A ti te dejo los besos que me diste y los que, por la eternidad, te debo. Las caricias que siempre soñé y las que luego dibujé por todo tu cuerpo. Te dejo todas las cartas con dudosa ortografía y bolígrafos de colores que un día, entre pasillos, nos pasamos. Los días de sol en la cara y, desde luego, los nublados en los que, por hacernos mal, competíamos. A ti te dejo cada una de las canciones que me envenenan. Las melodías que, por más que intente, de ti me cuentan. Las fotografías que grabaron momentos. Las que no nos hicimos por estar ocupados, amándonos a fuego lento. La vida que no tendré, por no tenerte ni queriendo. A ti te dejo los olores que son capaces de trasladar en el tiempo. Los valiosos recuerdos. Y si aquello no es suficiente y dejas rosas encima de mi tumba, díselo al cuaderno, que en tus sueños me postraré para calmar tu llanto, para susurrar te quiero y excusarme con un lamento.  Para morir de verdad, del todo. Hasta que te vea en otra vida, sin saber que eres tú, aunque de distinto modo.

Gregorio S. Díaz "Mi testamento." 



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