La pluma derrocha tinta que jamás será
aprovechada. Aunque qué va hablar este poeta maldito de aprovechar si no
aprovecha ni el rocío de la mañana, porque duerme a pierna suelta hasta la hora
de la siesta. Los libros de poesías están abiertos por páginas escogidas al
azar. Aunque qué voy a decir yo de poesía, si no estás tú y por tanto, poesía
ya no será nunca más tú. Ni tu sombra. Tienes juventud, dicen algunos, la vida
entera por delante. Qué sabrán ellos de sentir morir a cada paso que da la
aguja del reloj, de llorar cuando te aman con halagos las ingrávidas amantes de
bares. Entérense ya, demonios del derroche, arpías que se alimentan de mis
solitarias noches, brujas y hechiceras, que maquinan contra este enfermo y me
desean el peor de los males y el infierno. ¡Entérense de una vez! Que no quiero
todo lo que tengo, porque ya lo tengo. Que quiero más, porque no lo poseo. Que
no soy feliz ni lo seré aun teniendo a mi vera a la chica de mis sueños. Ni
teniendo todo el oro del mundo. La frustración no pasará como pasaron otros
sentimientos. El poeta loco no dejará de crecer, envejecer y componer lamentos.
De llorar y desear al pasado remoto. De morir por lo que fue, porque ya fue y
no puede volver a serlo. A verlo. Este puto escritor frustrado jamás dejará de
camuflarse en las letras para mitigar el odio y el miedo. La soledad, la vejez
y el recuerdo.
Gregorio S. Díaz "Escritor frustrado"